miércoles, 24 de septiembre de 2008

Musical

LOS ORÍGENES

El musical estadounidense comenzó de hecho su andadura en 1796, con The Archers o, The Mountaineers of Switzerland, compuesta por Benjamin Carr y con libreto de William Dunlap. The Black Crook, producida en 1866, suele considerarse como el primer musical. En realidad se trataba de una extravaganza que combinaba melodrama y ballet. A finales del siglo XIX, las operetas de Viena (compuestas por Johann Strauss y Franz Lehár), Londres (de Arthur Sullivan) y París (de Jacques Offenbach) eran populares entre el público urbano del este de Estados Unidos. Al mismo tiempo, las revistas (canciones, bailes y números sin una trama unificadora) abundaban no sólo en los teatros, sino también en los cabarets elegantes, como la sala de música que dirigía en Nueva York el equipo de comediantes formado por Joe Weber y Lew Fields. Los comediantes Ned Harrigan y Tony Hart tenían éxito con otro tipo de espectáculo; eran revistas, pero con diálogos que conectaban y daban continuidad a los personajes. Esta compañía representó, a partir de 1901, los espectáculos musicales del productor-autor teatral-actor-compositor George M. Cohan.
En los años anteriores a la I Guerra Mundial, que comenzó en 1914, varios jóvenes compositores de operetas emigraron de Europa a Estados Unidos. Entre ellos estaban Victor Herbert, Sigmund Romberg y Rudolf Friml. Naughty Marietta (1910) de Herbert, The Firefly (1912) de Friml y Maytime (1917) de Romberg son representativas del nuevo género que crearon estos músicos. La opereta estadounidense se ha dividido desde entonces en libreto, que son los diálogos hablados, y canciones. Ambos solían ser obra de diferentes autores.

EL MUSICAL MODERNO

En 1914 el compositor Jerome Kern comenzó a producir una serie de espectáculos en los que se integraban todos los elementos de un musical en un único cuerpo. Kern utilizó situaciones y sucesos actuales, en contraste con lo que pasaba en las operetas, que solían situarse en países imaginarios.
La vieja fórmula del musical comenzó a cambiar. En lugar de tramas complicadas pero nunca serias, se introdujeron letras de canciones galantes y libretos sencillos. Se añadió el underscoring (músicas tocadas como fondo a los diálogos o a los movimientos) y los compositores utilizaron elementos musicales nuevos, como el jazz o el blues. Además, los cantantes empezaron a prestar más atención al arte de la actuación. En 1932, Of Thee I Sing se convirtió en el primer musical que ganó el Premio Pulitzer en la categoría de drama. Sus letrista y compositor respectivamente, los hermanos Ira y George Gershwin, alcanzaron el éxito con una sátira inteligente de las situaciones políticas contemporáneas.
En la década de 1920 las ideas y el ingenio eran los rasgos característicos de la revista, género en el que destacaron la pareja de compositores-letristas, Richard Rodgers y Lorenz Hart, con Pal Joey (1940). Rodgers, junto a Oscar Hammerstein II como nuevo colaborador, produjo Oklahoma! (1943), que incorporaba ballets con coreografía de Agnes de Mille. El coreógrafo y director sería la figura que con el tiempo se convertiría en la pieza más importante tanto en la escenificación como en el argumento (contenido) del musical estadounidense. Jerome Robbins, Michael Kidd, Bob Fosse y Michael Bennettare son los ejemplos más destacados entre los grandes coreógrafos que llegaron a crear musicales de prestigio, como A Chorus Line (1975) o Dancin' (1978).

DESPUÉS DE LA II GUERRA MUNDIAL

A medida que éstas y otras innovaciones alteraban el aspecto del teatro musical, el público esperaba cada vez más variedad y complejidad en los espectáculos. Así surgió de un ejército de compositores y letristas renovadores e imaginativos. En 1949, Cole Porter, que durante años había escrito canciones provocativas con letras brillantes, realizó el espectáculo Kiss Me Kate. Rodgers y Hammerstein, después de Oklahoma!, escribieron Carousel (1945) y South Pacific (1949). Irving Berlin, que había compuesto canciones de éxito desde 1911, produjo la popular —aunque algo anticuada— Annie Get Your Gun (1946). Frank Loesser puso letra y música a Guys and Dolls (1950), con los personajes de vida disipada de Damon Runyon. Brigadoon (1947) fue la primera colaboración con la que triunfarían el compositor Frederick Loewe y el escritor Alan Jay Lerner, quien posteriormente participaría en My Fair Lady (1956), basada en el Pygmalion de George Bernard Shaw, y en Camelot (1960).
En los años cincuenta saltaron a la fama nuevos compositores como Leonard Bernstein, autor de las partituras de Candide (1956) y West Side Story (1957). Este último musical, una adaptación moderna de Romeo y Julieta, con muchos bailes y una gran banda sonora, tendría una notable influencia posterior. Jule Styne escribió la música para Bells Are Ringing (1956) y Gypsy (1959). En los años sesenta y setenta el compositor John Kander y el letrista Fred Ebb colaboraron en Cabaret (1966); el compositor Sheldon Harnick y el letrista Jerry Bock produjeron Fiddler on the Roof (1964), y Stephen Sondheim, que escribió las letras de las canciones de West Side Story y Gypsy, compuso todas las partituras de una serie de musicales, entre los que se incluyen Company (1970), Follies (1971), A Little Night Music (1973) y Sweeney Todd (1979). En 1968, Hair, un espectáculo que se estrenó en Broadway, transformó por completo el musical. Denominado musical folk-rock, era más un espectáculo de situación que de trama, y sus letras a menudo resultaban ininteligibles; pero su exuberancia juvenil, su ingeniosa teatralidad y su despliegue de música de rock dieron lugar a muchas imitaciones, como Godspell y Jesucristo Superstar (ambas de 1971). La partitura de esta última era obra del compositor inglés Andrew Lloyd Webber, quien luego escribiría éxitos como Evita (1978), basada en la vida de la figura política argentina Eva Perón, Cats (1981), una adaptación de unos poemas de T. S. Eliot, y Song and Dance (1982). La adaptación que hizo Webber de la novela El fantasma de la ópera , de Gaston Leroux, se estrenó en Londres en 1987; el espectáculo recibió el aplauso de la crítica y alcanzó una gran popularidad. A mediados de los años ochenta el musical tradicional La cage aux folles (1983) del compositor Jerry Herman y del autor teatral Harvey Fierstein, junto con el innovador Sunday in the Park with George (1984) de Sondheim, basado en un libro de James Lapine, señalaron el posible camino a nuevas tendencias. Gracias a esta dramatización de la vida del pintor francés Georges Seurat, Sondheim y Lapine compartieron el Premio Pulitzer de teatro de 1985. En 1987 se estrenó en Broadway, con gran éxito, la adaptación musical de la novela Los miserables de Victor Hugo.

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